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"La Cenicienta" en el Teatro Coliseo: De la magia y sus azares
El Ballet Estable del Teatro Colón presentó la obra basada en el cuento de Perrault con música de Sergei Prokofiev y coreografía de Rodolfo Lastra, en una versión que le faltó magia. Por Margarita Pollini
 

De la magia y sus azares
Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125
Domingo 26 de agosto de 2007, 17.00

La familia de Cenicienta, primer acto, La cenicienta, Teatro Coliseo, 2007

LA CENICIENTA, ballet en tres actos. Música de Sergei Prokofiev. Coreografía de Rodolfo Lastra. Escenografía: Víctor De Pilla. Vestuario: Alicia Gumá. Iluminación: Eduardo Caride. Ballet Estable del Teatro Colón, director artístico: Raúl Candal. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Dirección: Pedro Ignacio Calderón. Reparto: Karina Olmedo (Cenicienta), Dalmiro Artesiano (Príncipe), Cecilia Mengelle (Madrastra), Noemí Szleszynski y María Eugenia Padilla (Hermanastras), Alicia Quadri (Hada Madrina), Daniel Negroni (Padre), Martín Miranda (Maestro de Corte).

El Teatro Colón presentó (tanto para abonados a la Temporada Lírica como a la de Ballet) la obra coreográfica La Cenicienta, de Sergei Prokofiev, en una versión de Rodolfo Lastra. El creador argentino, actual titular del Ballet del Sur de Bahía Blanca, había realizado una coreografía sobre la partitura un par de años atrás; en este caso se presentó una versión remozada, ambientada en los años '40.

Con sorprendente naturalidad, Lastra confiesa (en la entrevista de Diego Llumá reproducida en el programa de mano) haber eliminado de la partitura los pasajes demasiado "depresivos", que atribuye al estado anímico que el compositor padeció tras su regreso a Rusia. Esa afirmación (y el proceder consecuente) aparece como algo arbitrario y hasta peligroso: si ya es discutible la supresión de segmentos de una obra de arte, más lo es cuando es justificada por medio de la interpretación biográfica.

El buen resultado es más fácilmente atribuible al profesionalismo del Ballet Estable del Teatro Colón, al talento de sus primeras figuras y a la pericia de su director, Raúl Candal, que al planteo conceptual, coreográfico y estético de esta Cenicienta. En el rol titular, Karina Olmedo se destaca por su elegancia y su carisma, apoyados en una técnica ya conocida por el público del Colón. En un rol más académico y con menos lucimiento, su partenaire Dalmiro Astesiano fue un Príncipe seguro y compenetrado.

Karina Olmedo (Cenicienta) y Dalmiro Astesiano (Príncipe), segundo acto,
La Cenicienta, Teatro Coliseo, 2007

Si hubiera en los espectáculos un premio del público, en éste se lo llevarían las extraordinarias Noemí Szleszynski y María Eugenia Padilla (las Hermanastras) y Cecilia Mengelle (la Madrastra): las tres brillan en sus grotescos personajes, ejecutando a la perfección los movimientos torpes que constituyen lo mejor del trabajo de Lastra y brindando el necesario contraste con la suavidad de Olmedo.

El cuerpo de baile sorteó las dificultades impuestas por las acotadas dimensiones del escenario. En ese marco reducido, el número de hadas, cortejos, flores, mariposas y hasta saltamontes resultó excesivo, más allá del mérito de los intérpretes.

Acto segundo, La Cenicienta, Teatro Coliseo, 2007

La escenografía de Víctor De Pilla se desarrolló sobre una estructura en perspectiva que permaneció inmóvil a través de los 3 actos, pero cuyos telones la iban transformando en living familiar, palacio y pabellón de la Feria Universal: una idea inteligente que no resultó convincente en la práctica. Correctos el vestuario de Alicia Gumá y la iluminación de Eduardo Caride. Dirigida por Pedro Ignacio Calderón, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires fue eficiente, con momentos de gran brillo pero con falencias en las cuerdas agudas que deslucieron su actuación.

Todo cuento maravilloso puede cambiar su aspecto, variar sus detalles y circunstancias, mutar en su estructura, pero hay un ingrediente imprescindible que es en definitiva su razón de ser: la magia. Y en el arte, que es la menos exacta de las ciencias, a veces pueden fallar los sortilegios. Aún con bailarines de desempeño irreprochable, una realización técnica sin fisuras, un correcto acompañamiento musical, a La cenicienta presentada por el Teatro Colón, inexplicablemente la magia le faltó.

Margarita Pollini
Agosto 2007

Imágenes gentileza Teatro Colón / Fotografías de Miguel Micchiche, Arnaldo Colombaroli y Máximo Parpagnoli (Departamento de Fotofilmación)

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Publicado el 31/08/2007
     
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