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Los setenta de Philip Glass o la apología del "minimalismo"
Por Luciano Marra de la Fuente
 

2. Escenas operísticas del siglo XX o la ruptura de la lógica operística

Tres notas descendentes en un teclado, una voz que recita números muy rápido (one / two / three), un coro que canta números (one, two, three, four / one, two, three, four / one, two, three, four, five, six, seven, eight), una o dos voces que recitan un poema en inglés en un tono susurrado, un coro que solfea las notas descendentes del teclado (la / sol / do). Todo repetido durante ocho minutos, con algunas variantes: una nota faltante, un corrimiento de métrica, silencios en el poema.

De esta manera enigmática comienza Einstein on the Beach (1976), una de las óperas más impactantes de Philip Glass, realizada en conjunto con el director teatral y artista plástico Robert Wilson. Nuevamente aquí tenemos el cortocircuito con el uso de las palabras: ¿Es Einstein verdaderamente una ópera o una instalación sonora y visual? Como pasa afortunadamente, hay autores en la historia de la ópera que rompen las reglas -Mozart, Gluck, Wagner, Verdi y Debussy, por mencionar algunos-, ofreciéndonos algo totalmente inesperado y Glass con Einstein on the Beach lo hace.

 

Una escena de Einstein on the Beach, MC 93 Bobigny, Francia,
diciembre 1992, foto de Tilde de Tullio

La obra no se sostiene sobre un argumento literario -ineludible en todas las óperas-, sino por uno visual ideado por Wilson, que toma tres elementos referentes a la figura de Einstein a la manera de metáfora: los trenes con los cuales el científico jugaba de niño y que luego utilizó para explicar la teoría de la relatividad, una escena de un juicio con una cama que se relaciona a la posibilidad de que Einstein pueda ser juzgado por sus teorías que permitieron crear la bomba nuclear, y una nave espacial que, quizá, representaría la liberación y trascendencia del personaje.

Esos tres elementos se suceden en diferentes escenas de veinte minutos, a lo largo de cuatro actos que no poseen una conexión entre sí. La música repetitiva, con ritmo regular y armonía e instrumentación estática, suena sobre un texto que no tiene ninguna referencia argumental que está compuesto por números, solfeos cantados y alguno de los poemas crípticos del poeta Christopher Knowles, un joven con problemas neurológicos descubierto por Wilson en una escuela pública de Nueva York. El planteo de la obra, de una duración aproximada de cinco horas sin intervalos, da la posibilidad al público de salir o entrar durante la función.

Las siguientes obras que completan el llamado Tríptico de óperas retrato, Satyagraha (1979) -basada en la filosofía política de Gandhi- y Akhnaten (1984) -basada en la religión egipcia de dicho faraón-, aunque siguen ese concepto no argumental de Einstein, se adaptan perfectamente a un esquema de teatro de ópera tradicional: necesitan una orquesta sinfónica, un grupo de cantantes líricos solistas y un coro polifónico importante. Vale la pena aclarar que en Einstein la música era interpretada por el Philip Glass Ensamble, el grupo instrumental creado por el propio compositor a su regreso de Oriente en 1967, con el fin de difundir sus obras. Glass, hasta entrados los ochenta, no permitía la interpretación de su música por otros intérpretes que no sean los de su ensamble.

 

Escena 1 del primer acto de Satyagraha, Festspielhaus St. Pölten,
2001, foto de Heinz Cibulka


Satyagraha -que está programada para la temporada 2008 del Metropolitan de Nueva York como estreno para el teatro- y Akhnaten poseen partes melódicas cantabiles con procesos aditivos en sus líneas, como también en la instrumentación. Es maravilloso el comienzo de Satyagraha con el canto de una voz sola, a la que luego se le incorporan las cuerdas graves, los instrumentos de viento de madera, luego otra voz en movimiento paralelo y después en contrapunto, otra voz más y el coro. La música de Glass adquiere en estas obras un inmenso impacto dramático teatral.

El Tríptico de óperas retrato se erige en la obra de Philip Glass como algo único y novedoso, por su fuerza dramático-musical. No pasa lo mismo con el Tríptico de óperas sobre los films de Jean Cocteau - Orphée (1993), La Belle et la Bête (1994) y Les Enfants Terribles (1996)- que es verdaderamente desilusionante desde todo punto de vista. Quizá suene atrevido, pero considero que Einstein on the Beach, Satyagraha o Akhnaten podrían estar muy bien junto a Peléas et Mélisande (1902) de Claude Debussy, Wozzeck (1925) de Alban Berg, The Rake's Progress (1951) de Igor Stravinsky, Saint François d'Assise (1983) de Oliver Messiaen o Le grand macabre (1975/97) de György Ligeti, cuando uno habla de las óperas del siglo XX.


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Publicado el 06/02/2007
     
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