Complejidades operísticas |
Una escena de Rigoletto con Dmitri Hvorostovsky como protagonista, producción de David McVicar, Royal Opera House, Convent Garden, Londres, 2010 / Foto de Johan Persson
Con el estreno de Rigoletto (1851), Verdi no sólo trasciende con su fama los límites del territorio italiano, sino que comienza una nueva etapa en su producción, al crear una nueva dramaturgia operística que es producto de su instinto y convicciones teatrales, junto a la necesidad de mayor transgresión de las convenciones del melodramma italiano. La humanidad se hace carne en personajes únicos en la literatura operística junto a soluciones dramático-musicales de una efectividad suprema en esa ópera, en La traviata (1853) o Il trovatore (1853), aunque esta última posea una estructura operística convencional.
La llegada de un personaje tan particular como lo es Rigoletto marca también un hito en la historia de la ópera italiana, que hasta ese momento no había visto en escena a un ser tan horrible en su aspecto exterior pero que podía tener los más complejos sentimientos. Algo similar ocurre con la gitana Azucena de Il trovatore |