Jueves 25 de Abril de 2024
Una agenda
con toda la música






Conferencias, cursos,
seminarios y talleres

Convocatorias y concursos
para hacer música

Buscador


FacebookTwitterBlogspot
 

Les Musiciens du Louvre-Grenoble en el Colón: Un Mozart revelado
Por Claudio Castro
 

Un Mozart revelado
Teatro Colón, Libertad 621
Lunes 16 de octubre de 2006, 20.30

LES MUSICIENS DU LOUVRE-GRENOBLE. Director: Marc Minkowski. Mozart: Ballet final de Idomeneo, K. 367 / Sinfonía Nº 40, en sol menor, K. 550 / Sinfonía Nº 41, en Do Mayor, K. 551 "Júpiter". Función Nº 10 del Primer Ciclo de Mozarteum Argentino.

El Mozarteum Argentino cerró su primer ciclo de conciertos de la presente temporada con la presentación de Les Musiciens du Louvre-Grenoble, uno de los ensambles historicistas más reconocidos de la actualidad, y no sin razón, a juzgar por el programa que ofrecieron bajo la batuta tan ágil como expresiva de su fundador, el director parisino Marc Minkowski. Se trata de un conjunto sumamente afiatado, conformado por unos cincuenta integrantes cuyo entusiasmo se trasluce particularmente en los vivaces movimientos de hombros y cabeza con que varios violinistas acompañan su ejecución. Más aún, si bien no puede desconocerse el sugestivo contraste creado por la yuxtaposición del sonriente pathos trágico de la Sinfonía Nº 40 y la olímpica diafanidad de la "Júpiter", deberá admitirse asimismo que sólo la escasez de ejecuciones locales del repertorio sinfónico a cargo de agrupaciones de esta índole y el desempeño sobresaliente de los intérpretes podían justificar un programa francamente trillado para el melómano avezado.

Sin incurrir prácticamente en excentricidades o amaneramientos en materia de tempo y fraseo, aunque sin evadir tampoco los riesgos interpretativos -el amplio rango de tempi en el movimiento lento de la Sinfonía Nº 41 o la excesiva placidez en el segundo grupo temático del primer movimiento de la misma obra-, Minkowski volvió a confirmar persuasivamente las ventajas del abordaje historicista del repertorio clásico, al vincularlo más al barroco y, llegado el caso, al Sturm und Drang, que al romanticismo tardío.

Las cuerdas de la agrupación ostentan la sonoridad aterciopelada propia de estos conjuntos, de increíble belleza en los pasajes con sordina y despojadas del matiz metálico que asoma en las grabaciones, mientras que las maderas presentan un timbre menos incisivo que su contrapartida moderna. En otro orden, la proporción entre cuerdas y maderas otorga a las relevantes partes de estas últimas el necesario relieve, mientras que la ausencia de vibrato en las primeras, como es sabido, contribuye a clarificar las texturas -los contrabajos, por ejemplo, emergieron con inusitada nitidez- y confiere a la música una expresividad desprovista de inapropiadas anticipaciones romántico-tardías. Sin embargo, debe admitirse, el mecanismo de los instrumentos de viento de época -sean originales o réplicas- suele traicionar la destreza de sus ejecutantes, según pudo comprobarse en los deslices fugaces en las trompas naturales y el oboe solista. Las trompetas, por su parte, fueron prácticamente inaudibles, lo cual se hizo sentir especialmente en el último movimiento de la "Júpiter", única instancia del concierto en la cual, dicho sea de paso, la naturaleza de la música pareció reclamar por momentos una mayor potencia sonora que la generada por una agrupación de esta clase en el ámbito acústico del Colón.

Naturalmente, el espectro dinámico del ensamble resulta más reducido que aquél de una orquesta sinfónica moderna, lo cual no le impide en modo alguno generar una variada gama de matices adecuada al estilo clásico. En otro orden, y siguiendo la práctica corriente en los ensambles enmarcados en esta tendencia, los primeros violines se ubicaron a al izquierda del director y los segundos, a su derecha, a fin de tornar audibles los frecuentes efectos antifonales que pasan inadvertidos cuando unos y otros, como sucede comúnmente en las orquestas de instrumentos modernos, se sitúan a la izquierda del director a fin de facilitar la coordinación entre ambos. Minkowski también se plegó a la usanza de la tendencia historicista en su generosa observancia de las repeticiones, incluyendo las dos que presenta el movimiento final de la "Júpiter".

Mark Minkowski

Superada la etapa "fundamentalista" de la mencionada tendencia, la flexibilidad en el tempo ya ha dejado de ser para ella un anatema. Así lo demostró el director al adoptar un pulso más relajado para los segundos grupos temáticos, al punto de debilitar la tensión interna del pujante primer movimiento de la "Júpiter" con una excesiva y galante placidez, según se anticipó más arriba. De este modo, si bien la descomunal sonata-fuga de la "Júpiter" surgió con claridad y virtuosismo apabullantes, con un tempo temerario, y la realización de los dos movimientos centrales superó holgadamente el nivel de la mera corrección, la objeción señalada alejó a la interpretación de lo podría juzgarse como ideal desde cierta subjetividad. Sendos andantes fluyeron adecuadamente con moto, más emparentados con la danza que con la solemnidad estatutaria propia que la tradición interpretativa germana tardío romántica suele infligirles, pero sin por ello perder su hondura expresiva, la cual fue lograda, especialmente en la "Júpiter", mediante un sutil manejo de la dinámica y la articulación. Los minuets fueron vertidos enérgicamente, respetándose la gracia de los tríos, y en el caso de la K. 550 el hálito trágico se apoderó decididamente de la danza cortesana a través de acentos punzantes. En la misma obra -presentada en la versión con clarinetes- el primer movimiento emergió pleno de contrastes, más agitado y desasosegado que en las más habituales lecturas lírico-elegíacas inclinadas a un sentimentalismo desvaído, mientras que en el finale los pasajeros momentos de alivio alcanzaron su tono de dulce resignación aunque sin llegar disipar la atmósfera trágica que preside el movimiento y la obra entera, que en esta oportunidad fue objeto, en definitiva, de una versión ejemplar.

El concierto dio comienzo con la grata música de ballet de la ópera Idomeneo, fraseada con exquisito refinamiento, y concluyó con dos bises provenientes de sendas sinfonías de Franz Joseph Haydn, en los cuales Minkowski exhibió sus credenciales como perceptivo intérprete del compositor austríaco. Una briosa lectura del cuarto movimiento de la Sinfonía Nº 94 "La sorpresa" fue precedida por una simpática y elegante versión del movimiento lento de la Sinfonía Nº 101, conocida como "El reloj". Antes de bajar la batuta al concluir esta página, cuyo incesante ritmo de corcheas originó el apodo de la obra, el director observó su reloj de muñeca en una graciosa e inesperada ocurrencia, acorde con su aguda percepción del humor haydniano, rara vez presente en las interpretaciones de sus colegas.

Congratulaciones, pues, al Mozarteum Argentino por haber hecho posible esta visita, que marca un nuevo hito en el contacto del público porteño con las agrupaciones de instrumentos de época y su visión tan novedosa como reveladora de los repertorios barroco y clásico, que desafía saludablemente preconceptos y hábitos estéticos.
 
Claudio Castro

___________

¿Qué te pareció este comentario? ¿Estuviste en este concierto y no coincidís? Dejanos tu punto de vista en opinion@tiempodemusica.com.ar aclarando en el Asunto de tu email el nombre del artículo. Hagamos de Tiempo de Música un espacio para debatir.

Publicado el 20 de octubre de 2006

 
Publicado el 26/10/2006
     
WebMind, Soluciones Web Contacto © Copyright 2006/2014 | Todos los derechos reservados