Contrastes filarmónicos con natural fluidez
Teatro Colón, Sala Principal, Libertad 621
Jueves 5 de octubre de 2006, 20.30

Lior Shambadal

ORQUESTA FILARMÓNICA DE BUENOS AIRES. Dirección: Lior Shambadal. Solista: Ricardo Sciammarella. Britten: "Passacaglia" de la ópera Peter Grimes. Haydn: Concierto en re mayor para violoncello y orquesta Hob. VIIb/2. Schumann: Sinfonía Nº 2, en Do Mayor, Op. 61. Función Nº 15 del Abono.

Un programa de atractivos contrastes reunió el concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires del jueves pasado: el lacerado neoclasicismo de Britten, la diafanidad sonriente haydniana y la conflictiva intensidad del sinfonismo romántico de Schumann. Cada estilo emergió claramente delineado merced al seguro oficio y a la notable versatilidad del director invitado Lior Shambadal, nacido en Israel en 1950, y entre cuyos maestros se contaron Hans Swarowsky, Carlo Maria Giulini, Igor Markevitch y Sergiu Celibidache.

Si fuera necesario definir a Shambadal como intérprete en una sola frase, habría que decir que, más allá de su solvencia técnica, se trata de un director que deja fluir la música con naturalidad dentro de los tempi escogidos, manejados siempre éstos con imperceptible flexibilidad. De este modo, los diversos episodios de la sustanciosa página del compositor inglés Benjamin Britten surgieron amalgamados en un único aliento, alcanzándose una poderosa culminación. La resolución de los cruciales solos de viola, sin embargo, si bien plena de carácter, transcurrió no sin tropiezos.

En el Concierto para violoncello y orquesta, Hob VIIb/2 de Franz Joseph Haydn, solista y director favorecieron un enfoque netamente clásico, alejado por completo de las anticipaciones románticas en que suelen incurrir algunos intérpretes, en especial en el Adagio. Por el contrario, en ambos movimientos rápidos los intérpretes adoptaron tempi y articulaciones ágiles, mientras que el fraseo, al igual que en el moviendo lento, resultó sobrio y elegante, aunque sin resistirse a los ritmos de danza del rondó final. Con un caudal discreto -al menos en relación con el ámbito acústico del Colón-, Ricardo Sciammarella transitó con holgura por el mesurado virtuosismo dieciochesco en una meritoria ejecución, la cual se afianzó a partir de la cadenza del primer movimiento.

Garra y lirismo se conjugaron en la Segunda Sinfonía de Robert Schumann sin debilitar la cohesión formal. En el agitado y algo farragoso movimiento inicial sólo se echó de menos una mayor incisividad en el obsesivo ritmo de puntillo del primer tema. Si bien el scherzo no careció de la electrizante vitalidad que lo caracteriza, la cual alcanzó todo su demoníaco abandono en la coda, ambos tríos fueron vertidos de un modo un tanto literal, en especial el segundo de ellos. En el movimiento lento, una de las antológicas incursiones románticas en el terreno de lo "sublime", Shambadal no sólo obtuvo resultados de noble e intensa expresividad, sino que logró asimismo conjurar la extraña magia de la breve sección central. Consiguió asimismo conferir unidad al devenir algo fragmentado del ambivalente movimiento final, cometido nada sencillo por cierto. En definitiva, una valiosa reedición de la menos transitada de las sinfonías del compositor germano, que el público asistente aplaudió cálidamente.

Con excepción de algún leve y fugaz desliz en las cuerdas en el primer movimiento de la obra concertante, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires respondió a la marcación clara y precisa, aunque no desprovista de fervor gestual, llegado el caso, de Lior Shambadal.

Claudio Castro

Fotografía de Hongjie Xiao / 2003

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