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Sinfonía Nº 7 "Leningrado" de Shostakóvich en el Colón: Epopeya sonora en ajustada version
Por Claudio Castro
 

Epopeya sonora en ajustada versión
Teatro Colón, Libertad 621
Jueves 21 de septiembre de 2006, 20.30

Dimitri Shostakóvich con uniforme de bombero, en misión antiaérea sobre el tejado del Conservatorio de Leningrado en 1941, año en el que comenzó la composición de su Séptima Sinfonía

ORQUESTA FILARMÓNICA DE BUENOS AIRES. Director: Arturo Diemecke. Programa: Sinfonía Nº 7, en Do mayor, Op. 60 "Leningrado" de Dimitri Shostakóvich. Función Nº 13 de Abono.

Tímidos silbidos aislados acompañaron el anuncio de la cancelación de la primera obra del programa de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, la "Passacaglia" de la ópera Peter Grimes de Benjamin Britten, y su inclusión en uno de los conciertos de abono previstos para el mes de noviembre. La sesión quedó entonces reducida a la obra de fondo, la extensa Séptima Sinfonía de Dimitri Shostakóvich (1906-1975), considerada antaño como una epopeya sonora del sitio nazi a la ciudad de Leningrado, en cuyos últimos compases se anticiparía la victoria final sobre el invasor. Sin embargo, según los resultados de la indagación musicológica emprendida tras la muerte del compositor, sus obras constituirían una suerte de expresión cifrada de disidencia frente al sangriento régimen stalinista.

La versión de Arturo Diemecke fue técnicamente sólida, más allá de un bombo que sonó destemplado y algún leve accidente individual en las maderas, sector del cual emergieron, no obstante, los solos de honda y sentida expresión de Néstor Garrote (oboe), Maximiano Storani (corno inglés) y Gabriel La Rocca (fagot). Los distintos planos sonoros pudieron ser apreciados con claridad aun en los pasajes de mayor densidad textural, mientras que el enfoque dinámico -no necesariamente apresurado o impaciente- adoptado por el director logró disimular en buena medida las lagunas formales de la obra.

En el plano interpretativo se apreció un énfasis mayor en la búsqueda de cohesión formal del amplio arco sinfónico que en la plasmación del presunto contenido programático. De este modo se advirtió, por un lado, junto a la elección de tempi adecuados y en coherente interrelación, una actitud sobria ante la retórica desmesurada -e incluso deliberadamente vulgar- inherente a la obra, actitud que en definitiva resintió su impacto visceral. Efectivamente, el comienzo de la recapitulación del primer movimiento no alcanzó suficiente dramatismo tras una convincente recreación de la implacable sección otrora asociada al avance del invasor, en tanto que el final de la obra careció del matiz siniestro y amenazante que subyace a su gestualidad engañosamente triunfal. En otro orden, un lirismo algo generalizado diluyó el tono ambivalente de las secciones extremas del scherzo. En cambio, la versión adquirió especial intensidad en el Adagio en virtud del sobresaliente desempeño de las cuerdas, mientras que la misteriosa atmósfera que inicia el movimiento final fue idealmente conjurada por Diemecke.

En suma, una interpretación técnicamente ajustada, con algunos altibajos interpretativos pero sin dudas meritoria, saludada con entusiasmo por el numeroso público asistente.

Claudio Castro

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Publicado el 26/09/2006
     
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