José Crea, marzo 2014 / Fotografía de Javier Villa
Conocí al maestro José Crea hace varios años cuando comencé a tomar clases particulares de canto con él. Desde un comienzo me llamó la atención su solvencia pedagógica, su interés por lo científico y fundamentalmente su amor por el canto y la enseñanza.
Si bien en el imaginario colectivo la idea de maestro suele estar ligada a alguien que posee gran conocimiento en una determinada materia, es bien sabido que esa definición es por lo menos incompleta. Además de la cuestión vinculada al saber, un maestro es alguien que transmite y, fundamentalmente, construye valores humanos.
José Crea encarnaba cabalmente esa idea de maestro por su actitud reflexiva, por su palabra justa y atinada, por el manifiesto respeto hacia sus colegas, por tener una posición personal alejada del narcicismo, por estimular el ejercicio de la disciplina, por valorar la individualidad de cada uno sus alumnos, por hacerle lugar a lo posible.
La forma en que ejercía la docencia estaba asociada al concepto de amor al prójimo que solía manifestar: ayudar al otro desde su saber.
La experiencia de haber sido su alumno por tantos años es imborrable, y si bien la nostalgia y la emoción afloran al escribir estas líneas finales, la sensación de gratitud es inmensa.
Por todo eso |